Hoy se siente una cálida marea perniciosa, 
un no sé cómo engendrando un no sé qué, 
el tiro imperfecto de los nuncas, 
los jamases, 
y las hojas de papel ahogando siempres 
en concierto.
Decían los ayeres claudicantes
que la piedra yuxtapuesta de mis fémures 
no conocería de tibias o falanges, 
de cráneos o de miedos, de músculos o fibras, 
y la verdad, 
oh, minucia gigantesca de mis pléyades, 
habita rencorosa en el amén rectangular de mi estatura. 
¡Oh, dioses de los cerros subterráneos, 
oh, dioses de los mares insepultos!  
Las cavernas de esta cueva duelen tanto, como duele también 
vuestra dulzura.
Aquí yacerán los amados días vocálicos 
y la consonancia frágil del silencio. 
Acróbata constante de mis horas, 
el odio infértil de mis reducidas manos 
duplicará la métrica silente de la vida. 
Qué fértil hoy se ve mi sepultura, 
inhóspita valquiria en este ocaso.
No moriré entre jueves ni aguaceros, 
ni calentaré el asiento que me indigna.
¡Oh, quietud de pandemonios, 
oh, caídas de peñascos satisfechos!
Vagaré a la conciencia de los niños, 
a la inconsciencia de los padres, 
sus juguetes abuelastros y dolientes. 
    
¡Comulgarán las avenidas de mi muerte y 
retozarán las consonantes de mi exilio!  
¿En qué jirón se está tan desgraciado si no es 
en la calleja fúnebre 
de la sonrisa?
Cantos nocturnos llegarán al alba y las pestañas, 
las desuniones,  
cogerán el triste velo 
de la muerte, zurciendo así 
la voz de los perdidos.

Un comentario en “métrica silente”
Descubro tu blog, me gustan mucho las poesías y me quedo leyéndote.
Saludos.
Zona de Crítica