martes, 27 de enero de 2009

soltería y matrimonio

Habíanse agotado los mares de bullicio y languidez estomacal;
habíanse borrado sin recuerdos los tácitos anales del mañana.
Cobrizamente negro, recogí la aurora yel ocaso semanal
de aquel minuto y los fume despacio yen silencio,
recostándome en las rótulas del asno cavernario.
¡Cuánta paz y cuánto drama!
¡Cuántas cabezas de niños conjugados
en la métrica mortal de la inconsciencia!
¡Cuánta yuxtaposición de balas y hematomas!

Tanta miseria en tanto rostro no es sinónimo de vientos ni papeles,
ni se come con cuchara o tenedor de burguesía.

¡Tanta impunidad de heces y tan poco amor para limpiarla!

Sentí el rebuzno en las orejas que me dio la vida
y las corté ante el atónito lamento del padre y los hermanos.
Seguí fumándome el olvido, las hojas del otoño, los vientos.
También los días los fumé en la pipa semestral de la mirada.
Cuadrúpedo de voces, caminé sobre el concierto de balas
y piedras triangulares, hasta el arribo de la niña que lloraba
al pie del orbe. Los oráculos vencidos por la noche
no firmaron sus canciones ni sus muertes.
¡Tanto coraje y no poder brindarlo!
¡Tanta bravura que escondía el cuello!

La cita yel doctor nacieron antes del verano yasí, con brazos
de acomodo y destrucción prosaica, vino la luz de nuevo
hasta mi pecho y mi nariz brilló de miedo y valentía
por la raíz cuadrada de un logaritmo cansado de arena y desapego.

Palestina lloraba. El sur lloraba. La madre toda lloraba los
hijos que no tuvo y la memoria plantó rostros de cemento adormecido,
ingrávida muestra del domingo sepulcral de las arañas.

¡Muertes vencidas por el tedio y la apatía! ¡Muertes
pisadas por el odio del que tiene un pan proporcional a la carencia!
¡Yo que me quejaba de la suerte resumida en el pretexto!
¡Yo que me quejaba de la suma altisonante de las horas!

Afuera, el mar escapa sobre estrellas pútridas de pompas funerarias.
Aquí, ahora, hoy mismo, la serenata de los ríos continúa,
la vida se disfraza de algarrobos cuaternarios y dolientes;
el espejo retoma el clamor facsimilar de las arengas
yel himno se entona de nuevo en lo alto de los callos.

lunes, 19 de enero de 2009

estaba ella sentada en el reloj

Estaba ella sentada en el reloj
yescuchando las frías campanadas
de un alud entrecortado por el miedo.
Sola, triste, tan callada cual mi silencio.
¡Tan sola y tan triste!
¡Oh, madre, mi madre!

Contemplaba de reojo nuestras sombras
y los arañones de gato en el pellejo
y corría y corría con el alcohol y la gasa
yel algodón en la memoria,
con la angustia en la vereda de sus lámparas de vidrio,
con el dolor de una célula sin núcleo,
sin mitocondrias,
libre de citoplasmas y gramáticas constitutivas .
Seca de afecto.

Al fin yal cabo, yasí fue la historia,
recorrió sola los caminos del número nueve,
del número siete sumado a un catorce,
o tal vez a un cinco, no lo sé,
pero yo le veía el sufrir
escondido en el sombrero
y debajo de la tierra en sus mejillas.

Elenita, perdóname, esta noche cenaremos el olvido.
Rodriguito, no sé quién eres, hijo mío. ¡Abrázame!
¿Dónde está Carlitos? ¡Se volvió a escapar el mocoso!

Cuando llegó mi padre, el primer apocalipsis
habíase cumplido,
y mamá intentaba descansar en los cabellos curtidos
de la ciencia,
agitada en la canícula atmosférica de un zapato
que ya no le calzaba como antes.

Así, triste, sola,
callada cual mi silencio,
recogió las tempestades del otoño,
las guardó junto al bullicio
y los relojes,
entre el zapato y la canícula yel olvido como cena.
Abrió para la tarde las ventanas de la torre,
apoyándose en la ciencia y la gramática de su constitución,
y sola, un poco menos, siguió el camino del principio,
crudísima extensión del calendario.
¡Oh, madre, mi madre!
 

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